Translate

Sobre los trazos de tiza borroneados de una rayuela, de C. Arias y C. Walter

Palabras preliminares*

Normalmente uno va caminando por la calle sin reparar en ciertas cosas ¿no? Como por ejemplo: si la pintura de una pared está descascarada, o cuántos cables atraviesan el cielo de una esquina, o en las caras de los vendedores de monedas.

Son meros detalles que no influyen en nuestro acontecer cotidiano.

Ocurre, sin embargo, que en un momento determinado, uno se fija en alguna cosa sin importancia y entonces, descubre algo.

Vamos a ver, ¿cuántos de nosotros leemos cada número de cada boleto de colectivo y tren que sacamos? Generalmente no nos dedicamos a tareas tan mínimas. Y en eso, sucede que un día, de golpe y sin saber por qué, posamos distraídamente la mirada sobre el numerito del boleto del bondi... y ese -justo ese- es capicúa. ¿Pura coincidencia? ¿Casualidad? En realidad, algo de ‘causalidad’ hay ahí escondido. Pero... no vamos a hablar de predestinación: no nos vamos a poner esotéricos ahora.

La cuestión es que estábamos sentados en un banco de la plaza discutiendo [vaya a saberse de qué cosa] y tomando algo de sol otoñal, cuando vimos una cosa cuadrada y oscura tirada debajo del banco que teníamos enfrente. La curiosidad pudo más y recogimos el objeto: era una especie de libreta o agenda de cuero marrón. Nos miramos y, sin dudarlo, nos sentamos en el banco y la abrimos.
Nos encontramos con que le habían arrancado la mayoría de las hojas, aunque algunas quedaban. Había un par de poesías, cinco fotos, un registro que alguien había llevado de sus vacaciones, la página doscientos siete de un libro de Cortázar, dos entradas a una clase de salsa, anotaciones de fechas de parciales y de turnos en el médico, la servilleta de papel de un bar y un trébol de cuatro hojas.

Buscamos números de teléfonos o direcciones, para devolver la libreta: nada. Resolvimos, entonces, quedárnosla.

Algo nos atrajo de esos fragmentos de vida, algo que latía a través de los papeles, del trébol y del cuero de la tapa.

Esa noche, ya en casa, leímos el contenido varias veces. Como quien no quiere la cosa, alguien tiró la idea: ‘¿Y si escribimos algo con esto?’ ‘¿Algo como qué?’ ‘Yo qué sé... la historia de estos dos.’ ‘Mmm... ‘ta buena la idea...’
Y fue así que nos pusimos manos a la obra. Para resguardar su privacidad, les cambiamos los nombres: en este libro van a aparecer como Cecilia y Martín.

Promediando la escritura, nos dimos cuenta de que la historia se escribía sola, nosotros solamente éramos los mensajeros. 

Y finalizando, ya no sabíamos si habíamos escrito sobre nosotros en la figura de otros o sobre otros que eran tan semejantes a nosotros.

¿Quién es Martín? ¿Quién es Cecilia? ¿Quién es Carolina? ¿Quién es Cristian? ¿Será que la vida de uno es la de todos? ¿O será que toda vida es una ficción que nos construimos a medida?

Pero basta. Prometimos no ponernos esotéricos.

Ya no sabemos qué es lo que van a leer a continuación.

Tal vez sea, en definitiva, una historia más, o todas las historias, o, simplemente, cualquier historia.

                                                                                     Carolina Arias y Cristian Walter


*prólogo a la edición impresa